Hace
un par de años me noté una molestia en el testículo derecho y tras una visita
al urólogo, no le dio importancia ya que el diagnóstico estaba basado
simplemente en una palpación externa del escroto. Como el dolor aparecía y
desaparecía a lo largo del tiempo no le daba tampoco mucha importancia. En las
temporadas 2009 y 2010 tuve unas épocas de mucha fatiga, mareos, bajada de
defensas, etc. que lo relacionaba con un posible sobreentrenamiento, estrés
laboral… Como curiosidad en épocas de frío, cogía cada pocas semanas un catarro
detrás de otro y nunca levantaba la cabeza.
Las
analíticas médicas eras aparentemente normales, aunque la serie roja solía
estar algo baja, al igual que los leucocitos, pero los entrenamientos más
fáciles dejaron de ser amenos y se convirtieron en una tortura, e incluso el
día a día, se me hacía muy cuesta arriba.
En
enero de 2011 tuve un dolor muy agudo en el testículo que me molestaba y se
extendió bajo el vientre y riñones. Tras pasar varias veces por urgencias
decidimos hacer una ecografía testicular y un TAC, apareciendo unas manchas
sospechosas que resultaron ser una neoplasia testicular con afectación
ganglionar. Una semana más tarde me quitaron el testículo dcho. y la biopsia
posterior confirmó las peores sospechas. Mi vida cambió por completo: de
competir en triatlón a padecer un cáncer en fase 2, concretamente una seminoma.
Empecé a ser un paciente oncológico. El tratamiento fueron 3 ciclos de
quimioterapia durante los meses de marzo, abril y mayo de ese año, que han sido
los peores meses de mi vida, de un sufrimiento brutal ya que toleré muy mal la
‘quimio’, aparte de los efectos secundarios: caída de cabello y vello corporal,
pérdida de peso, fiebre alta, nauseas y vómitos, anemia, bajada de las
defensas, y un largo etcétera.
Había
semanas que tenía que ir todos los días a ponerme el tratamiento y cada día
suponía 5 horas de goteros (unos 13 en cada sesión). Tuve que ingresar varias
veces en urgencias porque apenas tenía fuerzas, llegando a perder en ocasiones
el conocimiento. Las últimas semanas me llevaban mis padres en una silla de
ruedas por el hospital, porque era incapaz de andar. Estuve también a punto de
tirar la toalla a mitad de tratamiento, porque no aguantaba tanto dolor y
sufrimiento. Tomaba continuamente corticoides y calmantes, pero poco me
ayudaban. Con la ayuda de mi familia y el de mis hijos, conseguimos acabar la
terapia el día 20 de mayo. En 1 de Junio comencé con mi primer entreno del año:
andar media hora, intercalando carrera a pie de 1 minuto de duración a ritmo de
tortuga. A mediados de ese mes, hice mi primer entreno de piscina con los
colegas del equipo Stadium Casablanca. Todavía no necesitaba gorro, tenía la
cabeza “pelada”.
Mientras
tanto ya me había hecho el primer reconocimiento, confirmando la curación
“provisional” de la enfermedad, ya que hasta los 5 años, después de la terapia,
no te dan el alta definitiva.
Mientras
tanto, tengo que seguir haciendo controles periódicos.
Poco
a poco, según iba cogiendo peso y ganando apetito, las fuerzas fueron
regresando y los entrenos fueron más largos. Las sensaciones fueron cada vez
mejores y los síntomas de los pasados años, habían desaparecido. Y así he
continuado, hasta la última competición el Triatlón de la SER de Zaragoza,
donde quedé segundo tras Alberto Cebollada Kremer.
Gracias
al triatlón y al apoyo de su familia ha podido ganar la lucha, volver a
competir y volver a triunfar.
Carlos Yela
Revista ‘triatlón’ nº 8, Mayo-Junio 2012
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