“Correr
cambió mi vida. Cada reto es un motivo, cada no es un quizás y, sí, para mí
todo es ganacia, desde despertar hasta no volver a hacerlo. ¿Qué más puedo
pedir? Me convertí en una mujer que corre por aquellos que ya no pueden. Voy
por la vida disfrutando del milagro de amanecer cada día, porque para mí ya es
un logro poder abrir los ojos y ver un nuevo sol. Si de algo sirviera mi
cuerpo, lo entrego a la ciencia. Me ofrezco como conejillo de Indias para que
averigüen si hay alguna relación entre el ejercicio físico y la enfermedades
degenerativas”.
Verónica
Ruiz Moreno nació hace 39 años en Naucálpan de Juárez (México). Está casada con
Germán y tiene un hijo (Sebastián) adoptado. Hace ocho años a Vero le
diagnosticaron Huntington. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa que
poco a poco va matando las neuronas al paso que se van manifestando síntomas
muy diversos como frecuentes migrañas, pérdida de memoria, movimientos
involuntarios en las extremidades del cuerpo y, poco a poco, el organismo va
fallando. Llega un momento en que una persona es totalmente dependiente de
otra, hasta que muere. Esta enfermedad provoca un fuerte rechazo social,
laboral, familiar, generando sentimientos de frustración y coraje en los enfermos.
Algunos se suicidan al saber que tienen esta enfermedad.
Cuando
se enteró del calvario que le aguardaba lo pasó francamente mal, se amparó en
sí misma: “¿Qué hago? ¡No hay cura! Tiempo… El tiempo comenzaba a ser otro. Hoy
tengo más neuronas que mañana. Deprimirse es perder el tiempo y si lo único que
me queda después de un diagnóstico de muerte es vivir lo que me queda de vida,
entonces sólo me queda disfrutarla”. Correr le está ayudando a sentirse fuerte,
a endurecerse. Piensa, desea, ama y sueña con el mañana, aunque sabe que para
ella sólo existe el presente: “Corro por aquellos que ya no pueden hacerlo.
Corro porque aún funcionan mis piernas. Corro porque quiero que se produzca un
milagro para la gente que está en mis mismas condiciones. No corro para mejorar
mis tiempos, sino para alargar mi calidad de vida”.
En
el año 2007 se colmaron todas sus ilusiones. En el Maratón de San Antonio pasó
de las seis horas, el peor de sus tiempos. Al principio se sintió triste,
frustrada, decepcionada… Quería correr en cinco horas, pero no lo logró. “Sentí
vergüenza de reconocer que mi cuerpo quizá no estaba funcionando bien”. Más
tarde Germán, su pareja, le hizo reflexionar: “¿Estás triste porque corriste un
maratón en seis horas? Eres una desagradecida. ¿Cuántos capacitados y
discapacitados quisieran correr un maratón?”. Ahora ya prepara Berlín 2012.
La
enfermedad le afecta al día a día. A veces se siente floja y débil, pero eso no
le impide salir a correr. “Soy muy olvidadiza, confundo nombres, me olvido de
cosas importantes y procuro reírme de esas anécdotas”. Cree que la tristeza es
la puerta de las enfermedades, por ese motivo y porque es como es, en su boca
nunca falta una sonrisa. “Soy afortunada, estoy viva, sana, hermosa. Me hace
feliz poder despertarme cada mañana, prepararme un café y observar a Germán y
Bastián estirándose y bostezando como si fueran tenores”. Le entusiasma el reto
del maratón porque, a pesar de que el Huntington no distingue límites, su
excelencia es que las metas se las pone uno mismo. Cuando corre, se vuelve
vulnerable a todo. Le duele el aire en la piel, todo es mucho, la adrenalina
brota por sus poros a borbotones. “Me santiguo, brinco, grito emocionada y
abrazo a quien se cruza en mi camino. Sincronizo mi reloj y salgo corriendo”. Ya
falta poco, brazos en alto, un gesto de orgullo y un corazón que se le sale del
pecho en cada latido. Incrédula y satisfecha, se siente feliz por haber cruzado
el arco de meta.
Verónica
está entusiasmada, viva la vida intensamente: “Quiero más, mucho más. Más
ilusiones, más retos, más amores, más de todo. Me encanta mi vida con picante y
limón… Aunque arda, aunque duela, aunque raspe, ¡que sienta que estoy viva!”.
Correr le ha abierto las puertas para dar a conocer la enfermedad. Ha creado la
Fundación Verónica Ruiz con el objetivo de difundir mundialmente la enfermedad.
Pretende concienciar a las personas con enfermedades neurodegenerativas de que
el diagnóstico no es el destino. Alienta a la gente con limitaciones para que
aumenten su autoestima y consigan manejar su vida sin desfallecer,
independientemente de cuál sea su circunstancia.
Ahora
ya sabéis por qué correr. Agradecimiento por las bendiciones. Asombro de verse
viva. Comprometida ofreciendo su vida para que le sirva a los demás: “Correr me
ha ayudado a conocerme a mí misma, a descubrir sentimientos que creí que no
tenía. En pocas palabras, lo quiero gritar; ¡Sí, se puede!.
Por
Martín Fiz
Revista ‘Runner´s World’ Nº 121 – Marzo 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario