Hubo
una época en la que el maratón se consideraba una competición basada en la
gestión de la energía. Según la opinión tradicional, debido a que nuestro
cuerpo sólo almacena glucógeno para correr unos 32km, parte de la carrera debería
hacerse a un ritmo moderado para permitir que el organismo empiece a
metabolizar la grasa como combustible. La reciente lluvia de marcas en los
maratones de Boston, Londres, Berlín y Chicago hace pensar que los maratonianos
de élite del mundo han refutado esta opinión. Han corrido sin miedo a chocar
con el muro.
De
hecho, cuando la keniata Mary Keytany salió disparada en la salida del maratón
de Nueva York, cruzó volando por el puente de Verrazano-Narrows. Corrió en
16:04 al paso por el kilómetro 5 y en 31:54 al paso por el 19, lo que equivalía
a un ritmo de 2h14:40 en el maratón, más de un minuto por debajo del récord del
mundo. Pero hacia el kilómetro 29 la ventaja de 2 minutos que llevaba al grupo
perseguidor comenzó a menguar y en el kilómetro 40 su tiempo de paso era de
18:43 cada 5km, casi 3 minutos peor que entre el 5 y el 10. Las etíopes
Firehiwot Dado y Buzunesh Deba la adelantaron pasado el kilómetro 38 y Dado
acabó ganado la carrera. La derrota de Kitany es una muestra de la importancia de
correr a un ritmo realista desde el principio. Si hubiera salido a un ritmo de
2h20 en lugar de a 2h15, podría haber ganado la carrera.
En
la prueba masculina, las cosas comenzaron de un modo más conservador, con un
gran pelotón compacto hasta el kilómetro 5, que pasó en 15:34, lo que supone un
ritmo relativamente lento de 2h11:26 el maratón. Pero cuando se llegó al medio
maratón en 1h03:18, todo el mundo sabía que ese día podía batirse el récord del
maratón de Nueva York.
En
el km32 quedaban siete corredores en cabeza y ninguno daba muestras de haberse
chocado contra el muro. En el 35, el keniata (y ya ganador en Boston) Geoffrey
Mutai pisó el acelerador y corrió en 9:04 los siguiente 3,2 kilómetros, dejando
a su más inmediato seguidor (Emmanuel Mutai, que no es familiar suyo) a más de
un minuto por detrás. Al final, terminó la carrera en unos sorprendentes
2h05:06, 2 minutos y 37 segundos más rápido que el hasta entonces récord de la
prueba.
Estas
dos carreras son ejemplos perfectos de la importancia que tiene conocer cuál es
el máximo ritmo que uno puede mantener y no salirse ni un segundo de él. La
moraleja es que la opinión tradicional sigue siendo válida: si corres de forma
conservadora al principio, ahorrarás energía y mantendrás las piernas frescas
para el final, mientras que si eres muy agresivo al principio, pagarás un alto
precio antes de llegar a la meta.
Por
el Equipo de RW
Revista ‘Runner´s World’ Nº 212 – Marzo 2012
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