martes, 29 de mayo de 2012

HISTORIA DE DOS CARRERAS


Hubo una época en la que el maratón se consideraba una competición basada en la gestión de la energía. Según la opinión tradicional, debido a que nuestro cuerpo sólo almacena glucógeno para correr unos 32km, parte de la carrera debería hacerse a un ritmo moderado para permitir que el organismo empiece a metabolizar la grasa como combustible. La reciente lluvia de marcas en los maratones de Boston, Londres, Berlín y Chicago hace pensar que los maratonianos de élite del mundo han refutado esta opinión. Han corrido sin miedo a chocar con el muro.

De hecho, cuando la keniata Mary Keytany salió disparada en la salida del maratón de Nueva York, cruzó volando por el puente de Verrazano-Narrows. Corrió en 16:04 al paso por el kilómetro 5 y en 31:54 al paso por el 19, lo que equivalía a un ritmo de 2h14:40 en el maratón, más de un minuto por debajo del récord del mundo. Pero hacia el kilómetro 29 la ventaja de 2 minutos que llevaba al grupo perseguidor comenzó a menguar y en el kilómetro 40 su tiempo de paso era de 18:43 cada 5km, casi 3 minutos peor que entre el 5 y el 10. Las etíopes Firehiwot Dado y Buzunesh Deba la adelantaron pasado el kilómetro 38 y Dado acabó ganado la carrera. La derrota de Kitany es una muestra de la importancia de correr a un ritmo realista desde el principio. Si hubiera salido a un ritmo de 2h20 en lugar de a 2h15, podría haber ganado la carrera.

En la prueba masculina, las cosas comenzaron de un modo más conservador, con un gran pelotón compacto hasta el kilómetro 5, que pasó en 15:34, lo que supone un ritmo relativamente lento de 2h11:26 el maratón. Pero cuando se llegó al medio maratón en 1h03:18, todo el mundo sabía que ese día podía batirse el récord del maratón de Nueva York.

En el km32 quedaban siete corredores en cabeza y ninguno daba muestras de haberse chocado contra el muro. En el 35, el keniata (y ya ganador en Boston) Geoffrey Mutai pisó el acelerador y corrió en 9:04 los siguiente 3,2 kilómetros, dejando a su más inmediato seguidor (Emmanuel Mutai, que no es familiar suyo) a más de un minuto por detrás. Al final, terminó la carrera en unos sorprendentes 2h05:06, 2 minutos y 37 segundos más rápido que el hasta entonces récord de la prueba.

Estas dos carreras son ejemplos perfectos de la importancia que tiene conocer cuál es el máximo ritmo que uno puede mantener y no salirse ni un segundo de él. La moraleja es que la opinión tradicional sigue siendo válida: si corres de forma conservadora al principio, ahorrarás energía y mantendrás las piernas frescas para el final, mientras que si eres muy agresivo al principio, pagarás un alto precio antes de llegar a la meta.


Por el Equipo de RW
Revista ‘Runner´s World’ Nº 212 – Marzo 2012

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